9 de diciembre de 2025

Se acabaron las disculpas.


Es increíble como una simple frase puede desatar un imparable torbellino de pensamientos que giran sin parar en torno a ella: “Deja de disculparte por sentir” susurró mientras me abrazaba, y yo me desmoronaba en ese refugio de músculo y calor. Y Dios, ¿por qué siempre debía disculparme contigo? Si salía con amigos, perdón. Si te exigía amor, perdón. Si te decía que no me gustaba cómo me hablabas, perdón. Si me herías, perdón. Si me enojaba o me dolía, perdón. Si te amaba, perdón. Si te decía que me iba, perdón. Si suplicaba que te quedaras, perdón. ¿Por qué ahora debo disculparme por seguir adelante? Si, me dijiste que me amabas más de una vez. Pero cuando te tuviste que jugar por lo nuestro ¿qué hiciste? No hiciste nada. Te quedaste en tu cómodo pedestal, como un ídolo adorado por esta pobre, pobre idiota. Y si, tienes mil excusas. Y he ahí el problema. Jamás fui suficiente para ti, para que te arriesgues. Y yo perdí. Perdí casi todo. Entonces, ¿es mí culpa querer borrarte de mí piel, de una vez y para siempre? Me dijiste que nunca me darías lo que quería. Me viste quebrarme tantas veces, implorando que te quedes, que no me dejes, que regreses. ¿Y ahora soy el villano de tu cuento porque dejé de buscar príncipes, y me fuí con el dragón? No, no lo siento. Cómo decido arreglar este caos no es ni tu problema, ni tu decisión. Yo no fuí quien te rompió el corazón. Perdiste ese lugar porque no quisiste pelear, porque creíste que te adoraría siempre. Pero este es mí templo, y ya me harté de ser devota de un Dios omnipotente, que decide hacer la vista gorda mientras su gente se rompe, se muere. Basta de ídolos falsos. De falsos profetas. Y no, no me culpes si me fuí, si me entregué. Porque él me proclamó su diosa, y yo decidí vivir junto a él como una simple mortal. Y no, no se quemó la piel. Fuí yo quien ardió contra él. Así que sí, si era fácil. No me amaste lo suficiente, no te arriesgaste por mí amor. Y por eso, ya no puedo pedirte perdón. 

3 de noviembre de 2025

Adiós mi amor.

 Suena el despertador. Rutina. Despertar, trabajar, descansar. Vuelta a empezar. Gira la rueda, sin parar. Ya no puedo salir, ¿dónde estás? Ya no quedan príncipes para venirme a salvar. Ni siquiera un lacayo que quiera dar una pizca de color a esta triste realidad. ¿Cómo me aferro a tí, moralmente gris? Antagonista, antihéroe, justiciero. Igual, opuesto. Blanco, negro. Sí, no. Derecho, revés. Uno, dos, tres. La posibilidad se fué. ¿Lo fue? ¿Existió alguna vez esa chance? En el fondo, solo eran delirios de una mente vivaz, alimentados por un fuego crepitante. Nada sólido se desmorona tan rápido. Solo un castillo sin fundamento, sin fundación. Hecho de nubes, de promesas, solo una ilusión. Al fin y al cabo, ya de nada sirve el amor. Me desperté del último sueño. Ahora, cuando duermo, todo es negro. Y en la oscuridad, lloro, sufro, me pregunto. ¿A dónde van a morir los sueños perdidos? ¿Será en el mismo lugar que las promesas sin cumplir? ¿Las declaraciones sin decir? Tal vez entre todos ríen, tal vez entre todos lloran. O simplemente existen, olvidados en el rincón más triste de las almas rotas. Creo que por fin me llegó la adultez. Se acabaron las chances, se acabaron las posibilidades. No hay más tiempo para perder. Cayó el último grano de arena, murió la última llama de esperanza. Se agotó la inspiración. Ya no hay romance, aventura, misterio, o amor. Murió la imaginación. Murió el sueño de tú y yo. Murieron las palabras de este escritor. Y no, no es otra de mis muertes milagrosas, que incluyen resurrección. Ni otra de esas metáforas dónde solo murió un pésimo intento de historia de amor. No es un truco de magia, ni de escapismo. Y si lo es, es de aquellos que no salen bien. Que terminan con una muerte, y el público aplaudiendo de pie sin entender. No hay más intriga, ni escenas de acción. No hay más placer, éxtasis, ninguna sensación. Tu nombre, en poesía o hecho canción. O dicho entre besos, jadeos y un desborde de pasión. Que en paz descanse finalmente este sueño, y tú, mi más grande amor. Ahora le toca a la próxima generación. Me despido de tí, mi alma, mi musa, mi inspiración. Ojalá en otro universo, nuestra historia termine mejor.

30 de octubre de 2024

Vertedero de canciones

Tantas cosas que te quiero decir, pero me tengo que callar. Tantas cosas que quiero compartir, pero tengo que olvidar. Como detesto tener que seguir estas malditas reglas. Estoy harto de vivir en un mundo donde querer no está permitido. Donde amar es un pecado, y el juego lo gana quien menos ha sentido. ¿Cómo terminamos en esta encrucijada? Dioses, como quiero cometer este delito. Pero al mismo tiempo, tampoco quisiera que salieras huyendo aterrorizado, cual gacela que salta lejos de las garras del guepardo. Por una vez quisiera dejar de ser el gato, y ser el ratón. Convertirme en tu más grande obsesión. Que me des caza, que me devores por completo. Pero no, estamos en este desastre. Sin poder tomar el riesgo, incluso sabiendo todo lo que podría ganarse. Y me pregunto, ¿cómo lo digo? o ¿cómo te explico? Me siento exagerado, pero al menos creo que no he caído enamorado. Pero si, si amo la idea de tí. Lo que representas para mí. Las posibilidades, ese potencial sin explorar. Todo lo que encontré, sin siquiera haberme atrevido a buscar. Preguntandome si sin querer te invoqué, que encontré lo que Barilari cantó aquella vez, “el hechizo ideal, que junte los sueños con la realidad”. Pero no, por las noches no siento tu calor, y aunque escapaste de mis sueños, volviste a ellos, y ya no te tengo. La cama está fría como la tumba de mis sentimientos sin sentido. De mi amor por este cajón vacío en el que sigo acumulando escritos de amor, y alguna que otra canción. Si, Katy Perry tenía razón “En otra vida, yo sería tu chica”. Pero no, no lo soy. Y es probable que nunca lo sea. ¿Por qué será que, aún así, me regocijo en esta condena? Si, tal vez nos quedó pendiente una noche desesperada y violenta, sin nada más que el cuerpo del otro y las sábanas para cubrirnos de la vergüenza. Besarnos la noche entera. Definitivamente sí, me enamoré de esta vaga idea de tí, y me quedé aquí. “Ahora que te fuiste, soy yo quien se desangra. Te llevaste una parte de mi, y ahora con suerte respiro” cito esa canción de From Ashes to New, siendo uno de nuestros lazos más fuertes esta música, la droga alternativa que ya se nos termina. Solo me queda decirte, ideal de amor y libertad, es que podría haberte amado como a nadie más. No habrías estado solo, nunca más. Pero el destino… el destino tiene otros planes. Y aunque duela, y debería cerrar está herida, seguiré sangrando, anestesiado. Y si esta droga también te mata, “entonces estamos a mano”.

16 de octubre de 2024

Desde la hoguera

¿Y si en verdad yo soy el monstruo? Tal vez sea hora de admitirlo si, al fin y al cabo, te habrás ido antes que dicten la sentencia. ¡Bruja! Destacan los gritos de una mujer entre la turba enardecida. Sabe que su esposo no gritó lo mismo aquella noche. Pero claro, es más fácil pintar de villana a la vecina y que el infiel sea una mera víctima. ¡Bruja! Exclama el hombre que perdió en su propio juego, cuando le advertí desde el principio que no era más que una distracción. Pobre iluso, ¿qué clase de cuento se inventó? ¡Bruja! Si, ahí está mi vieja amiga, que creyó en la palabra de otros antes que la mía. Suspiro largamente, pero manteniendo mi expresión de triunfo. Si supieras la verdad, tal vez estarías aquí en primera fila, esperando tu venganza, mi ejecución. Tal vez sea justo confesarte que jugué contigo al amor. Te mostré mi corazón, pero nunca te dije que ya había un amo y señor. Que sus palabras son la ley, y su voluntad es mi religión. Debí haberte quebrado para por fin cerrar mi pacto con el diablo. Sacrificar tu corazón para adquirir el poder de un dios, matarte sin compasión. Acabar con tu vida para entonces, salvar la mía. ¡Bruja! Pero no. ¿Por qué? No debería ser tan difícil romper un corazón, quebrar un alma y ver su cuerpo agonizar. Tuve miedo de no poderte quebrar, o incluso, tenía miedo de verte sangrar. Quise protegerte. Te menti en cada esquina. Te dije todo lo que sabía que querías. Fui la perfección que nunca olvidarías. Y es esta salvaje contienda de la que ni siquiera sabías, me hiciste gritar tu nombre, dulce condena, viendo con deleite como el placer me poseía, en represalia por todas las brujas que habían caído ante la injusticia. Casi caigo en tus mentiras, y me pregunto si te habrás creído las mías. Te veo huir con la mirada perdida, ajeno a la conmoción. No es la primera vez que alguien muere, y tal vez no tienes idea que soy yo. Habría sido más fácil matarte, pero no tuve el valor. Pero lo quise, lo anhele, lo deseé más que a tus ojos, que aún no me decido de qué color son. Y al final, estoy aquí en esta hoguera, ardiendo por un crímen que no tuve el valor de cometer. Si salvar tu vida a costa de la mía valió la pena, es algo que decidiré después. Porque sí, si soy una bruja. Y no, las llamas del mismísimo infierno no podrían quemarme. Miro firme a la turba mientras mi vestido se convierte en ceniza, y tu mirada se cruza con la mía. Quisieras detener esta locura, pero ya es demasiado tarde. Río desquiciada, desapareciendo entre las sombras. La multitud suelta un suspiro. ¿Y la bruja? Se debaten si morí, o si era un espectro. Pobres ilusos, no son los primeros en tratar de matarme, y mentiría si dijera que este encuentro es más que eso. Pero los versos sonarían vacíos. Mentirnos hizo todo más sencillo. Solo espero no volver a verte. Ni en esta vida, ni en la siguiente.

8 de octubre de 2024

Horrocrux

Era fácil, demasiado fácil. Tanto, que hasta un niño se hubiera percatado de cómo debía llevarse la situación. Pero tú no. Casi que ya no era la de antes. Apenas recordaba lo que era tener fe, esperanza. Creer que, algún día, los estereotipos se romperían. Que alguien me vería a mí, y no a este desastre en que me convertí. Caí en tus ojos indefinidos, en tu risa musical, ignorando el sinfín de cosas que podían no resultar. Qué peligrosa esa química instantánea, esa sonrisa. El haberse tomado tanto tiempo para intentar. Aguantar esa intriga, ese anhelo surreal, hasta que ya no pudimos más. Las palabras ya no bastaban, el tiempo se acababa. No quedaba más que actuar, y caí en esos besos sin final que recorrieron cada parte de mí que había olvidado que existía. Cada fibra de mi ser que había permanecido dormida. Un susurro, un suspiro. Grité tu nombre como si siempre lo hubiese sabido, aferrándome a la cama en vano, porque me perdí en aquel orgasmo. Como si así el destino lo hubiese querido, planeado. Entonces, el veneno de siempre. Las palabras que ya había escuchado más de una vez, y no eran más que simples mentiras, una mera cortesía. ¿Por qué algo tan mortal es siempre suave como la miel? Y me olvidé de esta condena, de esta maldición. Que sin importar cuándo, ni por qué, podría tener a cualquiera, pero a ninguno a la vez. ¿Que acaso uno nunca se cansa de esperar, de creer, de soñar? ¿Que algún día las cosas serán al revés? ¡Pero qué estúpida fui otra vez! Es como si él fuera todos, y todos fuesen él a la vez. La misma decepción otra vez, pero de la boca de alguien que nunca fué. ¿Cuántos años pasarán para que deje de creer que todas estas historias no van a terminar igual? Un recuerdo, eso quería nada más. Algún absurdo, simple consuelo, para intentar sobrellevar esta vida de soledad. Cuanto más bajo la barra, más me logran desalentar. ¿Por qué no consigo jugar este juego y devolver con más fuerza el puñal? ¿Cuántas veces más me van a matar? No sé si es tu culpa, tal vez este corazón ya no podía soportar una herida más. La gota, de un momento a otro, echó abajo el vaso. El gato le ganó al ratón. La luz se apagó, la puerta se cerró. La droga alternativa se terminó. El infierno se desató durante el ocaso. Por un momento escaso, recuperé la fe en el ser humano. Pero no, este no es ese cuento. Es otra mentira en la que casi me encierro. Es otra vía de escape que fallé en encontrar. Tal vez deba admitirlo. Mi destino, es esta soledad. Y tal vez sea hora, de que vuelva a jugar, pues mi puntería es tan buena, que podría tirar a matar. ¡Pero qué desperdicio! Si siempre fuí mejor para amar.

2 de febrero de 2023

Té de medianoche

Su perfume se impregnó en mi mejilla, como una caricia, como una canción. Un suspiro. Volvimos a esta triste historia de amor. ¿Cómo puede ser que con tan poco, se desate un torbellino en este mar de desastre y desesperación? Un gesto, una risa. Su aroma. Como un té de manzanilla a la medianoche, contemplando las estrellas que nunca contaremos juntos. Como un café en la mañana, después de una noche de besos interminable que nunca tendremos. O un plato de tu comida favorita en un día estresante, que jamás compartiremos. Tu voz en mi oído, susurrando que ya no te puedes detener. Sí, huele como la vida que nunca vamos a tener. A este amor imposible, que solo siento yo. ¿Cómo te arranco, cómo te olvido? ¿Qué hago para dejar de sentir todo lo que siento? ¡Basta! No lo puedo soportar. No me puedo seguir mintiendo, y ya no te puedo intentar odiar. ¿Debo simplemente convivir con esto? ¿Aceptar este sentimiento no correspondido, y seguir viéndote desde lejos? Conformarme con esa sonrisa atolondrada, sabiendo que nunca seré la razón de ella. Recordando cómo se sienten tus besos, tus abrazos. Porque nunca volveremos a estrecharnos. Amantes de estrella cruzada, ¡oh infortunio y desdicha! Otro atardecer rojo del que nunca formaremos parte. Odio, romance, dolor. En este punto, el sentido y el rumbo se han perdido por completo, y mi mente baila alrededor de sensaciones que no puedo terminar de describir, cómo este dolor en el pecho que no dejo de sentir. El llanto de frustración que lleva ahogado desde la tarde. Parece a propósito. Yo más te amo, tú te vuelves más indiferente. Pronto parecerá que no soy más que una sombra parlante. Un alma en pena, rota. Caminando por el mundo como si fuera poca cosa, y nada llamara mi atención. Porque en algún punto, todo perderá su color. ¿Volveré a ser capaz de sentir amor? Sí, esta escala de grises que ha teñido mi mundo es temporal. Pronto, todo volverá a ser normal. Llevo más de un año conviviendo con este sentimiento, pero aún no me logro acostumbrar. Y sé que tal vez nunca te pueda olvidar. Más solo me queda esperar, e intentar sobrevivir un día, una noche más. Tal vez así, algún día, pueda sobreponerme a estar eterna soledad.

7 de enero de 2023

Brandy Alexander

Suena una banda de jazz en un pintoresco bar retro, diferente a los demás. Ya vengo seguido, y saludo como uno de los pocos frecuentes que hay. Una mirada, seguida de una sonrisa instantánea. Un reproche, porque no vengo desde hace bastante. Lo de siempre, al igual que lo que pido, aunque acabas sirviéndome lo que te viene en gana, consiguiendo despertar todos mis sentidos en el primer sorbo. Te observo verter licores caros en la coctelera y batirlos, sin prestarle atención al contenido, viendo el cuidado y la dedicación que pones en cada acción, movimiento y medida. En ese pequeño detalle, una cucharada de canela. Ojalá a mí me bstieras así de fuerte. Me pasas mí cóctel favorito con una sonrisa, un Brandy Alexander que más que una bebida, es un postre, una delicia. Una noche de pasión lenta, llena de caricias a la luz de las velas. Un genuino placer que se desliza por mí garganta. Suspiro, con una sonrisa perversa dibujada en mí rostro, que ya no intento esconder detrás de la copa, y que ya no puedes fingir que no ves. Me imagino en la cama solo usando tu corbata, y tu voz diciendo mí nombre. Entran más clientes, se rompe el contacto visual, se termina la fantasía. Me pregunto si has fantaseado tanto como yo. En fin, vuelvo mí atención a la conversación trivial con mis amigos. Bueno, una parte. La otra, te mira ir y venir de la cocina a la barra, y seguir preparando bebidas con paciencia y dedicación. Siento un cosquilleo, ya empieza a hacer efecto el alcohol. Quiero otro de esos. Cómo quisiera que la noche terminara con nosotros en algún rincón. Se te escapa un comentario inocente, y todo lo que dices, lo respondo con una insinuación. El color ataca tus mejillas, sonríes avergonzado, y tus palabras me piden que pare, pero tus ojos me dicen que no me detenga nunca. Que te gusta, que te encanta. Que en otras circunstancias, dejarías que te mate en una cama. El último sorbo del segundo cóctel me lleva más lejos, pasas por detrás mío y ya imagino tu aliento en mí cuello, tus dientes sobre mí hombro. Sacudo la cabeza, intentando recuperar la compostura y sobreponerme al alcohol. El tercer trago fue lo que me asesinó. Los comentarios son más picantes, pero el bar ya empieza a cerrar. En unos minutos, tu turno va a terminar. Suspiro, muerta mí infantil ensoñación. Pago la cuenta y me despido con un abrazo, que no puede disimular lo mucho que desearía poder recorrerte, explorarte completo. Y una vez que salgo del bar, todo vuelve a la normalidad. A mis problemas, a la realidad. Sé que sales, y vas derecho a casa para ver a tu chica, que seguramente te extraña. Pero está bien así. Es suficiente verte sonreír del otro lado de la barra. No puedo tenerte, eso lo sé, y estoy segura de que jamás lo haré. No estamos destinados a caer en esta tentación, pero si a reírnos de ella, y fantasear con esa noche hipotética. Porque me hace feliz jugar este juego, actuar este papel. Pero si algún día hubiese una posibilidad, saldría huyendo. ¡Qué miedo arriesgarse a querer! Me pidieron que me admita a mí misma lo que siento, y eso estoy haciendo. Me gustas, no hay dudas. Pero donde estás. De tu lado, intocable, inalcanzable. Y yo del mío. Sola, detrás de un Brandy Alexander.