Era fácil, demasiado fácil. Tanto, que hasta un niño se hubiera percatado de cómo debía llevarse la situación. Pero tú no. Casi que ya no era la de antes. Apenas recordaba lo que era tener fe, esperanza. Creer que, algún día, los estereotipos se romperían. Que alguien me vería a mí, y no a este desastre en que me convertí. Caí en tus ojos indefinidos, en tu risa musical, ignorando el sinfín de cosas que podían no resultar. Qué peligrosa esa química instantánea, esa sonrisa. El haberse tomado tanto tiempo para intentar. Aguantar esa intriga, ese anhelo surreal, hasta que ya no pudimos más. Las palabras ya no bastaban, el tiempo se acababa. No quedaba más que actuar, y caí en esos besos sin final que recorrieron cada parte de mí que había olvidado que existía. Cada fibra de mi ser que había permanecido dormida. Un susurro, un suspiro. Grité tu nombre como si siempre lo hubiese sabido, aferrándome a la cama en vano, porque me perdí en aquel orgasmo. Como si así el destino lo hubiese querido, planeado. Entonces, el veneno de siempre. Las palabras que ya había escuchado más de una vez, y no eran más que simples mentiras, una mera cortesía. ¿Por qué algo tan mortal es siempre suave como la miel? Y me olvidé de esta condena, de esta maldición. Que sin importar cuándo, ni por qué, podría tener a cualquiera, pero a ninguno a la vez. ¿Que acaso uno nunca se cansa de esperar, de creer, de soñar? ¿Que algún día las cosas serán al revés? ¡Pero qué estúpida fui otra vez! Es como si él fuera todos, y todos fuesen él a la vez. La misma decepción otra vez, pero de la boca de alguien que nunca fué. ¿Cuántos años pasarán para que deje de creer que todas estas historias no van a terminar igual? Un recuerdo, eso quería nada más. Algún absurdo, simple consuelo, para intentar sobrellevar esta vida de soledad. Cuanto más bajo la barra, más me logran desalentar. ¿Por qué no consigo jugar este juego y devolver con más fuerza el puñal? ¿Cuántas veces más me van a matar? No sé si es tu culpa, tal vez este corazón ya no podía soportar una herida más. La gota, de un momento a otro, echó abajo el vaso. El gato le ganó al ratón. La luz se apagó, la puerta se cerró. La droga alternativa se terminó. El infierno se desató durante el ocaso. Por un momento escaso, recuperé la fe en el ser humano. Pero no, este no es ese cuento. Es otra mentira en la que casi me encierro. Es otra vía de escape que fallé en encontrar. Tal vez deba admitirlo. Mi destino, es esta soledad. Y tal vez sea hora, de que vuelva a jugar, pues mi puntería es tan buena, que podría tirar a matar. ¡Pero qué desperdicio! Si siempre fuí mejor para amar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario