¿Y si en verdad yo soy el monstruo? Tal vez sea hora de admitirlo si, al fin y al cabo, te habrás ido antes que dicten la sentencia. ¡Bruja! Destacan los gritos de una mujer entre la turba enardecida. Sabe que su esposo no gritó lo mismo aquella noche. Pero claro, es más fácil pintar de villana a la vecina y que el infiel sea una mera víctima. ¡Bruja! Exclama el hombre que perdió en su propio juego, cuando le advertí desde el principio que no era más que una distracción. Pobre iluso, ¿qué clase de cuento se inventó? ¡Bruja! Si, ahí está mi vieja amiga, que creyó en la palabra de otros antes que la mía. Suspiro largamente, pero manteniendo mi expresión de triunfo. Si supieras la verdad, tal vez estarías aquí en primera fila, esperando tu venganza, mi ejecución. Tal vez sea justo confesarte que jugué contigo al amor. Te mostré mi corazón, pero nunca te dije que ya había un amo y señor. Que sus palabras son la ley, y su voluntad es mi religión. Debí haberte quebrado para por fin cerrar mi pacto con el diablo. Sacrificar tu corazón para adquirir el poder de un dios, matarte sin compasión. Acabar con tu vida para entonces, salvar la mía. ¡Bruja! Pero no. ¿Por qué? No debería ser tan difícil romper un corazón, quebrar un alma y ver su cuerpo agonizar. Tuve miedo de no poderte quebrar, o incluso, tenía miedo de verte sangrar. Quise protegerte. Te menti en cada esquina. Te dije todo lo que sabía que querías. Fui la perfección que nunca olvidarías. Y es esta salvaje contienda de la que ni siquiera sabías, me hiciste gritar tu nombre, dulce condena, viendo con deleite como el placer me poseía, en represalia por todas las brujas que habían caído ante la injusticia. Casi caigo en tus mentiras, y me pregunto si te habrás creído las mías. Te veo huir con la mirada perdida, ajeno a la conmoción. No es la primera vez que alguien muere, y tal vez no tienes idea que soy yo. Habría sido más fácil matarte, pero no tuve el valor. Pero lo quise, lo anhele, lo deseé más que a tus ojos, que aún no me decido de qué color son. Y al final, estoy aquí en esta hoguera, ardiendo por un crímen que no tuve el valor de cometer. Si salvar tu vida a costa de la mía valió la pena, es algo que decidiré después. Porque sí, si soy una bruja. Y no, las llamas del mismísimo infierno no podrían quemarme. Miro firme a la turba mientras mi vestido se convierte en ceniza, y tu mirada se cruza con la mía. Quisieras detener esta locura, pero ya es demasiado tarde. Río desquiciada, desapareciendo entre las sombras. La multitud suelta un suspiro. ¿Y la bruja? Se debaten si morí, o si era un espectro. Pobres ilusos, no son los primeros en tratar de matarme, y mentiría si dijera que este encuentro es más que eso. Pero los versos sonarían vacíos. Mentirnos hizo todo más sencillo. Solo espero no volver a verte. Ni en esta vida, ni en la siguiente.

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