¿A dónde van todas las promesas que dejamos sin cumplir? ¿Dónde quedan guardados los sentimientos que quisimos reprimir? ¿En qué instante es que se esfumó todo aquello que una vez planeamos hacer? La vida que imaginamos, los castillos que construimos en el aire, no eran más que el humo de una chimenea en invierno, algo temporal. Con fecha de caducidad, fácil de descartar. El cielo se nubló, la tormenta se desató. ¿Por qué, salidas de tu boca, las mentiras suenan mejor? Y su melodía me envuelve poco a poco, conforme tus dedos tocan las cuerdas, y tus manos recorren el diapasón de este instrumento de perdición. Mío, pecado capital. ¿Por qué nos tuvimos que encontrar? Dulce es el néctar de tu tentación, y amargo el sabor de mi derrota ante tí, porque ya no puedo resistir. He sido vencido en mi propio juego, que cruel el destino al poner en mi camino está trama tan enredada. Ahora necesito tenerte otra vez, y el anhelo no me deja conciliar el sueño. Deseo saborear cada instante, sentir cada roce de tu piel sobre la mía. Respirar aquel veneno que es tu aroma, tu perfume embriagador, que de a poco, me asesina. Ver la curva de tu sonrisa y tu mirada penetrante, amenazando con ver más allá de todo lo que quiero ocultar. Quiero amarte esta noche, para no tener que amarte nunca más. Quiero que nos perdamos en este encuentro, para no volver a olvidar quiénes somos, y qué juego hemos de jugar. Hagámoslo como si lo nuestro fuese duradero y especial. Cómo si este amor fuera real, y no una mentira literaria más, y otro crimen del cuál me van a culpar. Bésame, ésta será la última vez. Te amaré como nunca lo han hecho, pero después, me iré. Y solo así sabrás que venciste, en este partido de ajedrez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario