19 de julio de 2021

El Edén de los mentirosos.

Perdidos entre las miradas, que no saben disimular el anhelo, el deseo. La vasta cantidad de imágenes que se cruzaron en nuestras mentes de solo pensar en la infinidad de cosas que podríamos hacernos el uno al otro. En esa duda, infame, preguntándome cómo se sentiría tu piel sobre la mía, o tu voz en mi oído. ¿A qué sabe aquella boca rosada en la que se dibuja tu sonrisa, cada vez que te miro, o digo alguna ocurrencia mía? Maldigo por el resto de la noche al destino, por cruzarnos en inoportuno momento, estando yo con ella, y tú con él. ¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora? Y me pregunto si es una prueba, a ver si es que puedo resistirme a cada uno de tus encantos, y que no tengo miedo de fallar. Porque dudo que haya otra razón para nuestro encuentro en medio de este baile de máscaras, en este bar lleno de tentaciones, drogas y alcohol. ¿A dónde quedaron mi cordura, mi empatía y mi lealtad? ¿Por qué no puedo hacer más que dejarme llevar? Al fin y al cabo, no puedo culpar al alcohol, si te imaginé en mi cama apenas verte, sin conocerte y sin saber siquiera tu nombre. Y sin que el significado del compromiso me importe, es que finalmente deguste la manzana prohibida. Si al fin y al cabo ella no estaba, y él se fue de golpe. Te acercaste disimulada y descaradamente, dando a entender todo con un gentil roce. En ese entonces me pregunté, ¿por qué privarme de esa noche? Si tenía tantas ganas de vivirla como de escucharte decir mi nombre. Pedir clemencia, que ya no puedes soportar tanto goce, y ver cómo te derrites, cómo te deshaces entre gemidos y temblores debajo de mí. Pidiendo que termine con tu agonía y con la mía, que te tome una y otra vez hasta que se haga de día, y finalmente caer rendidos. Y es entonces que veo salir el sol, con tus piernas enredadas en las mías, y sintiendo tu calor. Poco a poco vuelvo a mí mismo, cegado por la resaca y los rayos de sol, llegando con ellos la culpa y la desesperación. El error que cometimos, y el dulce recuerdo de lo que hicimos ayer, que no puede disipar siquiera un poco el más amargo y fuerte de los cafés. Y entonces me doy cuenta que quisiera sentirme culpable y recuperar mi empatía, pero el arrepentimiento no llega y ya estoy deseando que llegue la próxima vez. Al fin y al cabo, el pecado ya se cometió, y es sabido que ambos nos iremos directo al infierno. Así que, ¿por qué no disfrutar? Si en este Edén de mentiras, solo hemos quedado tú, y yo. Y aún no he podido saciar mi sed, ni la tuya.

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