7 de enero de 2023

Brandy Alexander

Suena una banda de jazz en un pintoresco bar retro, diferente a los demás. Ya vengo seguido, y saludo como uno de los pocos frecuentes que hay. Una mirada, seguida de una sonrisa instantánea. Un reproche, porque no vengo desde hace bastante. Lo de siempre, al igual que lo que pido, aunque acabas sirviéndome lo que te viene en gana, consiguiendo despertar todos mis sentidos en el primer sorbo. Te observo verter licores caros en la coctelera y batirlos, sin prestarle atención al contenido, viendo el cuidado y la dedicación que pones en cada acción, movimiento y medida. En ese pequeño detalle, una cucharada de canela. Ojalá a mí me bstieras así de fuerte. Me pasas mí cóctel favorito con una sonrisa, un Brandy Alexander que más que una bebida, es un postre, una delicia. Una noche de pasión lenta, llena de caricias a la luz de las velas. Un genuino placer que se desliza por mí garganta. Suspiro, con una sonrisa perversa dibujada en mí rostro, que ya no intento esconder detrás de la copa, y que ya no puedes fingir que no ves. Me imagino en la cama solo usando tu corbata, y tu voz diciendo mí nombre. Entran más clientes, se rompe el contacto visual, se termina la fantasía. Me pregunto si has fantaseado tanto como yo. En fin, vuelvo mí atención a la conversación trivial con mis amigos. Bueno, una parte. La otra, te mira ir y venir de la cocina a la barra, y seguir preparando bebidas con paciencia y dedicación. Siento un cosquilleo, ya empieza a hacer efecto el alcohol. Quiero otro de esos. Cómo quisiera que la noche terminara con nosotros en algún rincón. Se te escapa un comentario inocente, y todo lo que dices, lo respondo con una insinuación. El color ataca tus mejillas, sonríes avergonzado, y tus palabras me piden que pare, pero tus ojos me dicen que no me detenga nunca. Que te gusta, que te encanta. Que en otras circunstancias, dejarías que te mate en una cama. El último sorbo del segundo cóctel me lleva más lejos, pasas por detrás mío y ya imagino tu aliento en mí cuello, tus dientes sobre mí hombro. Sacudo la cabeza, intentando recuperar la compostura y sobreponerme al alcohol. El tercer trago fue lo que me asesinó. Los comentarios son más picantes, pero el bar ya empieza a cerrar. En unos minutos, tu turno va a terminar. Suspiro, muerta mí infantil ensoñación. Pago la cuenta y me despido con un abrazo, que no puede disimular lo mucho que desearía poder recorrerte, explorarte completo. Y una vez que salgo del bar, todo vuelve a la normalidad. A mis problemas, a la realidad. Sé que sales, y vas derecho a casa para ver a tu chica, que seguramente te extraña. Pero está bien así. Es suficiente verte sonreír del otro lado de la barra. No puedo tenerte, eso lo sé, y estoy segura de que jamás lo haré. No estamos destinados a caer en esta tentación, pero si a reírnos de ella, y fantasear con esa noche hipotética. Porque me hace feliz jugar este juego, actuar este papel. Pero si algún día hubiese una posibilidad, saldría huyendo. ¡Qué miedo arriesgarse a querer! Me pidieron que me admita a mí misma lo que siento, y eso estoy haciendo. Me gustas, no hay dudas. Pero donde estás. De tu lado, intocable, inalcanzable. Y yo del mío. Sola, detrás de un Brandy Alexander.