18 de marzo de 2020

Amor en cuarentena.

Sumidos en el caos y la desesperación, envueltos en aquel perfume a muerte que deja un amargo sabor en la boca, hoy ya no parece haber un futuro. Solo el día a día en este tormentoso mar de incertidumbre, donde ya no queda más lugar para el amor. Nada más encerrarse a esperar que las aguas se calmen, a que pase la tempestad. Todo lo que me quedan son recuerdos de todas esas noches que me tomaron por sorpresa, que no planeé. Que a pesar de mi obsesivo comportamiento y estructurada manera de actuar, caí por completo en esta treta del destino y ya no hay vuelta atrás. Solo bastó una mirada para que mandara al diablo mis protocolos, mi orgullo y mis principios, y acabé enredado entre tus piernas y las sábanas de seda sin estar seguro de por qué. Si bien fuiste ideal, nunca dejaste de ser real. Como si, por primera vez en mucho tiempo, pudiera encontrar a una persona sin máscaras, sin falsedades y sin apariencias. Ni un producto de mi imaginación ni una ensoñación, sino alguien de carne y hueso. Alguien con miedos, ambiciones y una clara y original filosofía de vida. Ni siquiera es necesario destacar qué hicimos aquellas noches, si aunque es más que obvio y solo me basta con decir que me rendí ante ella. Que me puse a su capricho y merced cual esclavo de sus deseos. Que perdí por completo la cordura y la razón. Que por fin creí haber sentido algo distinto, un atisbo. El comienzo de una maravillosa historia de amor. Pero así como da, la vida muchas veces quita. Y el destino se mofa del dolor y sufrimiento que desencadenan estos encuentros cósmicos. Porque las historias de amor se hacen demasiado largas, y las mejores son cortas, y terminan antes de comenzar. Así como el fuego de una vela arde más que nunca antes de apagarse, la nuestra se consume rápidamente, sin darnos lugar siquiera a decir adiós. Y sí, lo bueno dura poco, y conocerte fue casi un suspiro, tan bueno que apenas tuvo tiempo para el primer beso. Pero no importa, pues el mundo está en ruinas y al borde del colapso, y si sobrevivo a la tormenta, tal vez también sobreviva esto. A otra historia de amor inconclusa, y a otra amante que se va.